Las noticias falsas, o más conocidas como fake news, existen desde que se crearon los primeros tabloides a finales del siglo XIX, desde la fuerte propaganda política de la que se hizo uso durante la I Guerra Mundial o incluso años atrás a través de libros y manuscritos (Soll, 2016). Si bien antes los encargados de crear o desmentir las noticias falsas eran los editores, controlados en muchos países por los Estados para manipular la opinión de la población (Tudela, 2018), ahora gracias a las redes sociales cualquiera puede hacerlo.

Pero la pregunta es: ¿por qué nos creemos las fake news? Y no solo nos las creemos si no que ayudamos a difundirlas.

En numerosas ocasiones, los mensajes que vemos en las redes sociales no van acompañados de sus fuentes de información, lo que nos complica conocer su veracidad. Hay tal cantidad de mensajes que se publican diariamente -solamente en Twitter en 2019 se publicaron 500 millones de tweets al día (Sayce, 2019)- que no invertimos tiempo en investigar cada post que leemos para decidir si lo compartimos o no; directamente lo hacemos si concuerda con nuestras creencias.

Cuando una creencia está arraigada en nuestra mente, nos es tremendamente difícil cambiar de opinión. Si vemos una noticia que confirma lo que pensamos, es altamente probable que esta refuerce nuestra convicción y la acabemos compartiendo. Es lo que Nyhan y Reifler en 2010 denominaron backfire effect, término que expresa cómo inconscientemente evitamos o negamos toda aquella información que contradice nuestras creencias. Además, cuando nuestras convicciones más profundas son desafiadas por una evidencia contradictoria, nuestras creencias se fortalecen (McRaney, 2011). Por ejemplo, los antivacunas, los negacionistas del cambio climático o los terraplanistas, hacen referencia a hechos desmentidos por numerosos científicos y expertos y, aun así, hay un elevado porcentaje de la población que cree en ellos (Shermer, 2017).

El backfire effect expresa cómo inconscientemente evitamos o negamos toda aquella información que contradice nuestras creencias. Es por ello tan difícil que cambiemos de opinión

Si bien compartimos estos falsos mensajes porque concuerdan con nuestras creencias, también lo hacemos, por un lado, por lo que el periodista y autor David McRaney (2011) denomina “pereza cognitiva”. Nuestras mentes simplemente prefieren explicaciones que requieren menos esfuerzo para procesar, y consolidar hechos contradictorios con nuestras creencias existentes es enormemente tenso. Por otro lado, las fake news que alimentan los pensamientos conspirativos, tienden a florecer en tiempos de mucha agitación social y ayudan a tener una falsa sensación de control sobre la realidad y la incertidumbre (Robles, 2019).

Si a este fenómeno le añadimos una serie de trucos psicológicos, como usar una imagen para acompañar a la noticia falsa, emplear datos familiares, mencionar a equipos médicos, contar historias personales y repetir estas noticias, nuestra confianza en ellas aumenta y nos hace más propensos a creérnoslas y a compartirlas (Robson, 2020).

Recientemente, la BBC se preguntaba: ¿por qué hay personas inteligentes que creen en los mitos acerca del coronavirus?

Debido al bombardeo de información, en muchas ocasiones hacemos caso de nuestra intuición en lugar de usar el pensamiento crítico y verificar las fuentes. En contraposición, el razonamiento ayuda a formarse ideas correctas. Las personas más analíticas, las que no dan por buena su primera respuesta intuitiva, son menos supersticiosas y menos dadas a creerse teorías conspirativas (Gimeno, 2019). Investigadores como Gordon Pennycook, del departamento de Psicología de la Desinformación de la Universidad de Regina, Canadá, hacen uso del CRT (Cognitive Reflection Test o Test de Reflexión Cognitiva), que mide la tendencia de las personas a emplear su inteligencia al pensar las cosas de manera deliberativa y analítica, en lugar de seguir sus intuiciones (Robson, 2020).

Las personas más analíticas, las que no dan por buena su primera respuesta intuitiva, son menos supersticiosas y menos dadas a creerse teorías conspirativas

Siguiendo análisis previos de investigadores como Pennycook; Matthew Stanley, Nathaniel Barr, Kelly Peters y Paul Seli, de la Universidad de Duke en Durham, Carolina del Norte, realizaron el pasado marzo un estudio acerca del comportamiento de las personas ante las falsas ideas respecto a la COVID-19. El estudio concluye que las personas con mejores puntuaciones en CRT tienen menos probabilidad de creer en las teorías conspirativas, diferencian mejor las noticias reales y falsas y son menos propensas a encontrar argumentos pseudo-científicos convincentes.

De la misma manera, las personas con peores puntuaciones en CRT son más susceptibles a tener sesgos cognitivos a la hora de consumir titulares y publicaciones. Además, éstas son menos propensas a informar de su cambio de comportamiento para detener la propagación del SARS-CoV-2, como el lavado de manos o el distanciamiento social. Por consiguiente, resulta más probable que personas con bajas puntuaciones en reflexión cognitiva (CRT) crean en mensajes que nieguen la existencia de una pandemia de COVID-19 (Stanley et al., 2020).

Las fake news, siempre presentes en ingentes cantidades en esta era hiperconectada, se intensifican en periodos de agitación social como el que vivimos. Está en nuestras manos no solo frenar la propagación del virus, sino también parar la expansión de las fake news reflexionando y/o verificando antes de compartir, ya que la repercusión de nuestro share puede ser mayor de lo imaginamos. Adoptando una mentalidad más analítica y no dejándonos llevar por el sesgo de nuestras creencias, podremos mitigar su efecto.

FUENTES

GIMENO, R. (24 de mayo de 2019): Somos vagos y por eso nos tragamos las noticias falsas. Retina papers. El País. Recuperado de: https://retina.elpais.com/retina/2019/05/24/tendencias/1558683709_963964.html

MCRANEY, D. (10 de junio de 2011):  The Backfire Effect. You are not so smart. Recuperado de:  https://youarenotsosmart.com/2011/06/10/the-backfire-effect/

NYHAN, B. y REIFLER, J. (2010): When Corrections Fail: The Persistence of Political Misperceptions. Political Behavior. Vol. 32, No. 2, pp. 303-330. Recuperado de: https://link.springer.com/article/10.1007/s11109-010-9112-2

ROBLES, J.M. (22 de mayo de 2019): La edad de oro de la conspiranoia: por qué nos creemos las teorías más disparatadas. El Mundo. Recuperado de: https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/05/22/5ce3d9c1fc6c83c06c8b4602.html

ROBSON, D. (7 de abril de 2020): Why smart people believe coronavirus myths. BBC News. Recuperado de: https://www.bbc.com/future/article/20200406-why-smart-people-believe-coronavirus-myths

SAYCE, D. (s.f.): The Number of tweets per day in 2019. David Sayce. Recuperado de: https://www.dsayce.com/social-media/tweets-day/

SHERMER, M. (1 de enero de 2017): How to Convince Someone When Facts Fail. Why worldview threats undermine evidence. Behavior & Society. Scientific American. Recuperado de: https://www.scientificamerican.com/article/how-to-convince-someone-when-facts-fail/

SOLL, J. (18 de diciembre de 2016): The Long and Brutal History of Fake News. Político Magazine. Recuperado de: https://www.politico.com/magazine/story/2016/12/fake-news-history-long-violent-214535

STANLEY, M. et al. (2020): Analytic-Thinking Predicts Hoax Beliefs and Helping Behaviors in Response to the COVID-19 Pandemic. PsyArXiv Preprints. Recuperado de: https://psyarxiv.com/m3vth/

TUDELA A. (2018): Comunicación. Propaganda y ‘fake news’: con nosotros mucho antes de la tecnología. Retina papers. El País. Recuperado de: https://retina.elpais.com/retina/2017/12/28/tendencias/1514460844_757457.html

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