Las nuevas tecnologías e internet han transformado de forma significativa las formas de hacer activismo, más si cabe en lo concerniente al colectivo de las personas con diversidad funcional. Las redes sociales son un potente altavoz de denuncia social, que en muchas ocasiones trasciende el espacio online y transforma la propia realidad.

En los últimos tiempos hemos sido testigos de la aparición de importantes campañas a escala mundial que han dado voz a personas agredidas y/o discriminadas por su condición, las cuales han plasmado sus testimonios en forma de post en plataformas como Facebook y Twitter. El 15 de octubre de 2017, la actriz Alyssa Milano prendía la llama del #MeToo en Twitter. En pocos días, la plataforma se inundó de testimonios de mujeres víctimas de acoso y de agresiones sexuales. En nuestro país, el 27 de abril de este mismo año, la escritora Cristina Fallarás lanzaba la etiqueta #Cuéntalo como rechazo a la sentencia de «La Manada». En pocas horas miles de experiencias de abusos y agresiones se plasmaban en la plataforma, dando fe del comportamiento machista que sigue imperando hoy día en nuestra sociedad.

En otro ámbito, el pasado mes de julio, un joven ciudadano alemán de origen turco lanzaba el hashtag #MeTwo, donde miles de personas compartieron las situaciones de racismo que sufrían en el país germano como consecuencia de su origen. A mediados del pasado mes de agosto, germinaba en twitter la etiqueta #MeQueer de la mano del escritor Hartmut Schrewe, la cual posteriormente se convertiría en viral y pondría de manifiesto las situaciones de discriminación y homofobia a las que se enfrenta diariamente el colectivo LGTBI+.

#MeToo #Cuéntalo #MeTwo #MeQueer… #MeCripple

Al amparo de estas campañas, hace un par de semanas que los activistas @rovirasaralegui y @skalope76 ponían en marcha, respectivamente, las campañas #MeMad y #MeCripple. Mientras que la primera se centra en la denuncia de las situaciones de discriminación y vulnerabilidad social a las que tienen que hacer frente las personas con diversidad mental, la segunda se focaliza en lo vivido por las personas con diversidad funcional. Las experiencias recogidas bajo el paraguas del #MeCripple, sobre el cual reflexionamos en este texto, ponen de manifiesto el día a día que tienen (tenemos) que hacer frente la personas con diversidad funcional. Una realidad cargada de barreras físicas, laborales, económicas y sociales que desafían constantemente el derecho inherente a la vida en pie de igualdad a la del resto de personas, tal y como se recoge en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, siendo España uno de los países firmantes de la misma. El #MeCripple muestra una realidad en la que el cumplimiento de esta Convención, ni está, ni se le espera por el momento. Una realidad donde el prejuicio y la discriminación siguen muy presentes:

Tradicionalmente, las personas con diversidad funcional hemos tenido un gran hándicap a la hora de manifestarnos en la esfera pública para denunciar la vulnerabilidad social a la que estamos expuestos. Las dificultades a la hora de poder desplazarnos y conocer a otras personas con inquietudes y demandas compartidas hacen mella en la construcción de una identidad colectiva. Ahora bien, con la aparición de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se ha producido un importante cambio de paradigma en esta cuestión.

Es necesario un espíritu crítico que provoque una transición desde el paradigma de la discapacidad al de la diversidad funcional. Y para que se produzca este cambio, las TIC deben jugar un papel primordial

Para nuestro colectivo, el poder relacionarse con gente situada a kilómetros de distancia ha supuesto un impacto aún mayor que la experimentada por las personas sin diversidad. Es cierto que en materia de accesibilidad, transporte adaptado, recursos económicos y humanos, etc., se siguen dando pequeños pasos, pero estos son a todas luces insuficientes, ya que son pocas las personas con diversidad que hoy en día pueden decidir viajar donde quieran, como quieran, cuando quieran y con quien quieran. Sin embargo, este contacto virtual ha cristalizado en el surgimiento de nuevas organizaciones y entidades, algunas de ellas singulares, como es el caso del Foro de Vida Independiente y Divertad (FVID), una comunidad caracterizada por una estructura y funcionamiento no tradicionales.

El FVID, centrado en la defensa de los derechos de las personas con diversidad funcional, tiene su sede únicamente en Internet y no dispone de personalidad jurídica ni guarda ningún tipo de estructura formal al uso: sin presidencia ni junta directiva, cada miembro es igual al resto. La actividad del FVID se mueve en ambos planos: online y offline. El espacio de reflexión y debate que se genera en el ciberespacio entre sus miembros se complementa con actuaciones en el espacio físico, como comparecencias en sedes parlamentarias, participaciones en congresos y jornadas o la organización de las marchas por la visibilidad de las personas con diversidad funcional. Cabe destacar el encierro que protagonizó este colectivo en la sede central del IMSERSO en Madrid en el año 2006 para demandar mejoras en la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia, la cual se estaba debatiendo en ese momento en el Congreso de los Diputados. La próxima actuación del FVID fuera de la red será la celebración del Segundo Congreso de Vida Independiente, el cual tendrá lugar los días 25 y 26 de octubre de 2018 en Valencia.

Las experiencias del #MeCripple ponen de manifiesto la realidad de la personas con diversidad funcional. Una realidad cargada de barreras físicas, laborales, económicas y sociales

Una mejora en las condiciones de vida las personas con diversidad funcional pasa por una mayor concienciación social, y porque nuestro colectivo desarrolle un espíritu crítico. Un espíritu crítico que cuestione la tradición de la discapacidad y el modelo médico-rehabilitador que la acompaña, que se aleje del sentimiento de conformidad que la rodea, y que se enfrente a las ataduras sociales que perduran con la misma. Un espíritu crítico que provoque una transición desde el paradigma de la discapacidad al de la diversidad funcional. Y para que se produzca este cambio, las TIC deben jugar un papel primordial, pues se ha demostrado que las mismas han sido capaces de transformar las formas de activismo, con un impacto aún mayor en las personas con diversidad funcional. Es necesario un acceso universal a las TIC. No olvidemos que en la actualidad, en algunos ámbitos, como el de la atención residencial, disponer solamente de un ordenador ya se convierte en una quimera.

Share This